Querida yo del futuro
No sé exactamente dónde estás ahora, ni qué cosas han cambiado. Pero si esta carta llega a ti, espero que te encuentres bien. No siendo perfecta — porque la perfección es algo que nunca alcanzaremos —, no feliz todo el tiempo, pero al menos en paz con quién eres.
Escribo esto un 15 de junio de 2025, a la 1:28 AM. Sí, insomnio otra vez. Ojalá que, cuando leas esto, dormir ya no sea una batalla.
Este está siendo un año extraño. Sé que han pasado cosas buenas, que he logrado cosas que soñé... pero la tristeza, la ansiedad, el peso emocional, han hecho más ruido que todo lo demás. Es un año en el que a veces siento que por fin estoy comenzando algo, y otras veces siento que me estoy desmoronando en silencio.
Tengo miedos. Tengo inseguridades. Hay días en los que dudo de absolutamente todo, incluso de mí. Pero también tengo sueños. Sueños grandes, locos, hermosos. Y hay momentos en los que son ellos —y no el suelo— los que me mantienen en pie.
Solo quiero pedirte algunas cosas:
Por favor, no te hayas olvidado de lo mucho que luchaste. O de todas las veces que te levantaste sin ganas, pero igual lo hiciste. De aquellas lágrimas que nadie vio y las victorias pequeñas que merecían fuegos artificiales.
Ojalá hayas aprendido a tratarte con más amor.
A dejar de ser tan dura contigo.
A abrazarte sin culpa, incluso cuando te equivocas.
A no exigirte ser una versión ideal, sino una versión real.
Si algo salió mal en el camino, está bien.
No tienes que ser quien imaginábamos al pie de la letra.
Solo sé feliz.
No pierdas la capacidad de emocionarte por las cosas simples.
Que todavía te conmuevas con una canción, con una carta, con un atardecer. Que escribir siga siendo parte de ti, y que sigas leyendo historias que hagan que te pierdas en mundos nuevos.
Y si todavía duele algo de lo que hoy me duele, no te castigues por eso. A veces sanar no significa olvidar, sino aprender a vivir con lo que fue sin que te duela tanto.
Ojalá hayas terminado varios libros. Me estoy esforzando para que eso sea posible. Que te hayas atrevido a enviar esos manuscritos que tanto miedo daban, y que alguien —al menos una persona— haya creído en ti, porque lo mereces. Porque tus palabras merecen ser leídas. Porque tú mereces ser escuchada.
Y que ahora tengas entre las manos un libro con tu nombre en la portada. Uno que hiciste tú, con amor, con dolor, con todo. Y que haya personas viviéndolo, sintiéndolo, amándolo, como tú lo soñaste.
Espero que hayas aprendido a ser tu lugar seguro. Que ya no te sabotees ni te castigues por cada error. Que hayas descubierto que no necesitas arreglarte para ser suficiente. Deseo que habites tu cuerpo con amor. Que ya no duela estar en él. Que uses vestidos, faldas, o lo que se te antoje, sin miedo, sin culpa. Que te mires al espejo y sonrías de verdad. Que bailes como si el mundo no estuviera mirando. Que brilles sin permiso y sin filtros.
Ojalá también hayas hecho las paces con nuestra pasión. Que el diseño ya no sea una obligación ni una herida abierta, sino un espacio seguro. Que vuelva a emocionarte, como cuando teníamos dieciocho y todo era ilusión por crear. Que esa versión nuestra —la que lo hacía por puro amor— haya regresado y nos ayude a moldear esta vida con más alma y menos miedo.
Y, sobre todo, espero que estés rodeada de personas que realmente te vean. Que te escuchen de verdad. Que te entiendan sin que tengas que explicarte tanto. Que vibren contigo. Que la vida te haya llevado a ese círculo donde el amor es seguro y el respeto es constante. Donde puedas quedarte sin dudar si encajas.
Deseo que sigas escribiendo. Aunque sea solo para ti. Que sigas creyendo en el amor, en la magia, en los milagros chiquitos. Que no te hayas rendido con el viaje al mar, ni con la idea de ir a una cabaña en la montaña. Tampoco con querer recorrer el mundo.
Que no te hayas olvidado de lo que realmente importa.
Solo quiero que sepas que, desde aquí, desde este momento en el que todavía no sé casi nada, ya estoy orgullosa de ti. Y siempre lo estaré.
Porque sé que, así como aquella niña que fuimos me esperó y resistió, yo también estoy luchando para llegar hasta ti. Porque vamos a convertirnos en la mujer que siempre soñamos ser. Y sé que tú nos vas a llevar hasta allá.
En una mujer que no tiene miedo de sentir, que se ama y se abraza. Que vive sin pensar en el que dirán. Una mujer que no deja que sus miedos puedan más que ella. Vamos a ser imparables. Lo sé.
Confiamos en ti. Y sé —de verdad lo sé— que tú también confías en ti.
Quiero creer que tienes una biblioteca en casa, con tus libros favoritos y alguno tuyo en medio.
Que tienes una taza favorita para el café.
Que en el cuarto donde escribes siempre hay una vela aromática encendida y un incienso.
Que viajaste sola al menos una vez.
Que miras por la ventana y te gusta lo que ves.
Y si alguna vez sientes que flaqueas, que dudas, que no puedes más…
Recuerda que esta carta es un abrazo desde el pasado. Uno que te dice:
Sigue.
Vales muchísimo.
Y no estás sola en este camino.
No importa si aún no has encontrado el amor.
No importa si nadie te ha mirado como mereces, si nadie ha sabido quedarse.
Yo tengo suficiente amor para las dos.
Te prometo que voy a amarte tanto —tan fuerte, tan bonito— que cuando sea tu turno de vivir, el amor que tengas dentro será tan inmenso que vas a ser feliz.
Con cariño,
la versión de ti que está intentando no rendirse.