¡Hola, pequeñita!
Sé lo mucho que te gustaba escribir cuentos inspirados en las películas que mirabas —finjamos que no le robabas el protagonismo a Barbie, ¿ok? —. También sé que amabas el chocolate, el color azul y leer. Preferías pasar tiempo en una banca bajo un árbol leyendo algún libro que tomabas de la biblioteca de la primaria, que jugar y correr con los demás niños.
También sé que te encantaba dibujar, que te gustaba colorear por aquí y por allá. Ya tenías un corazón de artista. No te gustaba hablar mucho, no te sentías cómoda entre muchas personas, pero te fascinaba sentarte a escuchar las historias de terror que contaba el conserje... aunque después te diera miedo ir sola al baño. Te sentías diferente, lo sé. Y no debería haber sido así. Eras una niña. Merecías reír, disfrutar, sentir que el mundo también era tuyo.
Aún puedo verte con las piernas cruzadas sobre el piso, con los deditos llenos de colores, dibujando nubes. Siempre dibujabas un cielo lleno de nubes, como si ya supieras que querías construir un hogar en otro lugar. No sabías dónde, pero sabías que no era aquí.
Te ponías nerviosa cuando tenías que leer en voz alta. Contabas cuántos niños faltaban para tu turno, y leías el texto una y otra vez para no equivocarte. Pero cuando nadie escuchaba, te gustaba narrarte cuentos en voz bajita.
Encontraste consuelo imaginando que eras un alien, una visitante de otro planeta. Tal vez por eso, en la adolescencia te obsesionaste con el tema: libros, documentales, teorías… querías encontrar pruebas de que no estabas tan sola.
También recuerdo cuánto te gustaba dibujar con tus amigas, compartir chocolates y reír como si el mundo no doliera. Pero aprendiste demasiado pronto lo que era perder una amistad cuando ella tuvo que mudarse y las dejo atrás. Dolió cuando solo le enviaba cartas a ella, y a ti no. Cuando parecía que se había olvidado de tu existencia. Desde entonces has cargado con esa duda: ¿seré una amiga importante? Porque sí, siempre eres la amiga, pero no LA AMIGA.
Mi niña, quiero que sepas que te admiro muchísimo, sin ti yo no estaría aquí escribiendo eso. Sin tus sueños, tu valentía y tu fortaleza yo me habría apagado a los catorce. Pero me aferré a ti. Porque no podía irme sin hacerte sentir orgullosa.
He dejado algunas cosas atrás. Hace mucho que no dibujamos ni pintamos. Perdóname. Sé cuánto te gustaba. Lo voy a retomar, te lo prometo. Seguimos leyendo —eso jamás lo solté—, y lo haré hasta el último de mis días. No tenemos una biblioteca enorme, pero poco a poco voy construyendo ese rincón que soñabas.
Y adivina qué: seguimos escribiendo. ¡Terminamos una historia! Es corta, sí, pero está terminada. Tú y yo. Porque este sueño siempre fue de las dos. Y espero que pronto tengamos más historias, más finales, más libros con nuestro nombre. Te juro que no voy a parar hasta ver nuestro libro en físico, en una estantería. Por mí. Por ti. Por la niña que fui.
Estoy aprendiendo a hablar, ¿sabes? A decir lo que siento sin miedo. Tú no podías, pero yo puedo. Y cada vez que lo hago, siento que te libero un poquito más.
Te prometo que cada vez que coma chocolate, voy a sonreír por ti. Y cada vez que dude de mí, voy a imaginarte diciéndome: «Vamos, tú puedes».
Te juro que vamos a estar bien. Que, aunque haya días grises, voy a construirte un mundo con luz.
No sé cómo… pero lo haré.
Porque tú lo mereces.
Porque tú siempre fuiste suficiente.
Y aunque a veces todavía me pierda…
Aunque aún haya noches en las que el pecho me pese y las dudas susurren más fuerte, aunque a veces tenga miedo…
Prometo que voy a seguir.
Por ti.
Por esa niña de trenzas deshechas y voz bajita que solo quería un lugar seguro para existir.
Y si algún día, en algún rincón del tiempo, vuelves a sentir que no vales nada…acuérdate de mí.
Acuérdate de nosotras.
Porque tú fuiste el inicio.
Y yo soy la prueba de que no todo se perdió.
Somos una, diferentes etapas, diferentes vidas. Pero una, a fin de cuentas.
Gracias por no rendirte.
Gracias por esperarme.
Gracias por seguir creyendo en mí, incluso cuando yo no podía.
Te quiero, de aquí a la luna. Hasta el cielo, hasta el infinito.
Y siempre, siempre voy a elegirte.
Con todo mi amor,
Tu yo del futuro —la que aún dibuja nubes.
Que hermoso esto que has escrito, con lo lindo que es recordar siempre a la niña que llevamos dentro, a la que soñaba en grande, a la que le debemos cada uno de esos sueños y por la que debemos esforzarnos por cumplirlos <3