Soy la romántica empedernida crónicamente soltera. Si, eso soy.
Tengo 24 años, nunca en mi vida he podido sentir lo que es el amor, y cuando pude hacerlo; todo jugó en mi contra. Nunca he tenido una cita. Nunca he tenido novio. Y sí, obvio: tampoco he dado mi primer beso.
Desde secundaria, cuando me gustó un chico por primera vez, he escuchado las famosas palabras mágicas: «Llegará cuando menos lo esperes». Y Dios, de verdad… estoy harta de escucharlas. ¡Estoy harta!
Como ya habrán notado, no ha llegado. Y a estas alturas empiezo a pensar que tal vez nunca lo haga. Pero claro, soy una romántica empedernida que desde niña ha estado enamorada del amor, así que, en el fondo no pierdo la esperanza y creo que sí encontraré ese amor que me hará sentir como en los libros.
Muchas veces me he preguntado si el problema soy yo. Si hay algo en mí que impide que alguien me quiera. Como dijo Leah Harries en El arte de ser nosotros: «Tal vez no estoy hecha para que me quieran». Pero ella encontró a Logan. Y él la quiso con el alma. Entonces, ¿todavía hay esperanza para mí?
Durante la adolescencia creí que quizá debía cambiar. Que si me volvía alguien distinta, alguien “más fácil de querer”, por fin alguien se fijaría en mí. Así que lo hice. Entre los catorce y los dieciséis me moldeé como pensaba que debía ser. Me convertí en una versión falsa de mí misma, hasta que un día dije: “Es suficiente”, y decidí volver a ser yo. Aunque no te voy a mentir: a veces, esos pensamientos regresan.
Tal vez debería ser más femenina. Peinarme diferente. Maquillarme. Usar vestidos. Ser menos intensa. Hablar menos. No ser tan “yo”. Pero entonces, ¿quién sería?
Eso no tendría sentido. Porque si hay algo que quiero, es que alguien se enamore de mí… con todo. Con mis defectos, con mi intensidad, con mis enredos mentales y mis playlists tristes.
Recuerdo una vez, tenía quince años. Mis amigas hablaban de estar enamoradas, de tener novio. Me reí con ellas, fingí que no me afectaba. Pero esa noche, lloré en silencio preguntándome si algún día alguien me querría a mí también.
Y no es que no haya tenido crushes, claro que sí. Me han gustado actores, cantantes, compañeros de clase, gente que conocía. Pero nunca, nunca me vieron a mí.
Varias veces me pasó que me gustaba alguien y ese alguien estaba interesado en una de mis amigas. Era un golpe directo a mi autoestima. Inevitablemente, empezaba a compararme con ellas. A sentirme menos.
Siempre digo que estoy bien sola. Que el amor no lo es todo. Que no quiero novio, ni casarme, ni formar una familia. Pero en el fondo… en el fondo me encantaría. Me encantaría sentir eso que describen las canciones. Eso que leo en los libros y veo en las películas.
Sí quiero. Claro que quiero.
Quiero a alguien que me vea, con toda mi intensidad, y elija quedarse. Que no huya de mis tormentas, sino que me abrace en medio de ellas. Que me diga "aquí estoy", y lo diga en serio. Que quiera compartir la vida conmigo y construir una familia. Nuestra familia.
He aprendido a fingir bien. A sonreír en cenas familiares cuando me preguntan por mi pareja imaginaria. A hacer chistes en los reencuentros con amigas. A reírme de lo sola que estoy, como si no doliera. Pero a veces solo quiero desaparecer.
Se llegó el momento en el que veo a mis compañeras de secundaria o bachillerato comprometerse, algunas ya se han casado, otras incluso ya están formando una familia. Y yo, yo sigo sin saber lo que es el amor.
A veces pienso que soy invisible. Que paso por la vida como un fantasma con buen sentido del humor. Que soy simpática, linda, interesante… pero no lo suficiente como para que alguien me elija.
Mientras mis amigas tienen historias de exs, rupturas, primeras veces y reconciliaciones, yo tengo… playlists, libros de romance y una lista con las frases que algún día quiero escuchar de alguien. O las cosas que algún día quiero vivir con alguien.
Veo parejas por todas partes: en la calle, en las películas, en TikTok, hasta en las historias que leo para distraerme. Parece que el mundo está hecho para dos, y yo sigo siendo el personaje de fondo.
A veces siento que soy la única sin historia de amor. Pero también sé que soy la protagonista de algo más grande. Quizás el amor no ha llegado todavía… pero yo sí estoy aquí. Y aunque me cueste, intento quererme un poquito más cada día.
Porque si alguien va a enamorarse de mí, quiero que me encuentre siendo yo. Yo, completa. Yo, intensa. Yo, sin disculpas. Yo, sin miedo.
Tal vez todo es culpa de mi yo de siete años, que lloraba cuando le decían que tenía novio, se enojaba y decía: “¡Yo nunca tendré novio!” Spoiler: la manifestación funcionó demasiado bien.
A veces me siento como en —The Prophecy— de Taylor Swift, de rodillas, pidiendo que cambien la profecia. Y aunque esa profecía parezca difícil de cambiar, yo sigo aquí, aferrándome a la esperanza de que el amor que merezco está ahí afuera, esperando por mí, tal como merezco ser encontrada.
Hace poco empecé a escribir cartas para mí futuro amor, no tengo ni idea de quien sea, de cuál es su nombre, pero en este justo momento muchas cartas y poemas ya le pertenecen. Si, probablemente parezco una desesperada. ¿Lo soy? No lo sé. Tal vez solo soy una cursi que ama escribir.
Me parece lindo que en el momento en que encuentre a esa persona podré darle cada una de esas cartas y poemas. Y que al leerlo, sepa que, incluso sin conocerlo, ya lo estaba esperando.
Cuando llegue, le voy a contar que escribí poemas para alguien que aún no tenía rostro. Le entregaré todas las cartas, me lo imagino abriendo la primera carta. Tal vez se ría, tal vez se sorprenda. Tal vez diga: “¿De verdad escribiste esto sin saber que eran para mi?”. Y yo solo voy a sonreír. Porque siempre supe que ese amor iba a existir.
Quizá el amor llegue cuando menos lo espere….
Pero por si acaso, aquí sigo: esperándolo descaradamente.
Me siento igual, como que algo debo tener que no se me acerca nadie. No sé. Parece que mi vida es una peli de drama o cualquier otra cosa menos romance. Intento no perder las esperanzas pero a la vez es difícil. Ver tanto contenido, estar rodeada de parejas.. y yo acá, sola. Y lo peor es que sé que soy linda, tengo personalidad, tengo criterio propio etc, e igual no es suficiente. No sé qué hago mal.
Me llegó hasta lo más profundo del corazón, a mis 21 años nunca he tenido novio y a veces eso me hace remplantearne si hay algo mal en mi, creo que solo soy un ser humano que llegó para amar pero no para ser amada. Siempre he anhelado tener un amor que ame cada pequeña parte de mi, que ame mi rareza, mi timidez, mi esencia que me ame por lo que soy no por lo que los demás creen que soy.
El amor es paciente y algún día la espera habrá valido la pena, seremos amadas no con el corazón sino con el alma. 🫶