Lo conocí dormida. Ridículo, ¿Cierto?
Fue en 2019, y aunque eso suena lejano, hay momentos que no se miden en tiempo, sino en impacto.
Y el impacto que él ha tenido en mi es demasiado. No he podido olvidar ese sueño, las emociones, las sensaciones. No he podido olvidar ni un segundo de lo que pasó ahí.
La primera vez vi su rostro. Escuché su voz. Su nombre. Y al despertar, lo olvidé.
Me odié por eso.
Por no poder dibujar su cara para retenerla. Por no poder replicar su voz.
Por no recordar cómo se llamaba, aunque mi alma juraba que lo conocía de siempre.
Me odié por no haberlo escrito al instante.
Por perderlo.
Al despertar sentí que me habían arrebatado una parte de mí, que había estado toda una vida conmigo y ahora se esfumaba en cuestión de segundos. Ese día no pensé en otra cosa. Como si lo hubiera perdido de verdad.
Desde entonces, ha vuelto a aparecer en mis sueños, aunque no muy seguido.
Cinco veces en total.
Siempre es él, aunque ya no vea su cara.
Lo sé por el cabello —castaño con algunos mechones más claros y rulos rebeldes que le cubren la frente—, por sus pecas y lunares dispersos como estrellas en su rostro, por sus ojos, una mezcla imposible entre azul y verde, como si el cielo y el mar se encontraran.
Y por su voz.
Esa voz.
¿Puede una voz transmitir paz? ¿Calmar mareas, terremotos y tsunamis? No lo sé, pero su voz puede calmar el caos de mi mente. Puede tranquilizar el caos que soy.
Cada sueño con él es un lugar distinto.
Un parque.
Una playa.
Un techo al atardecer.
Un partido donde él juega y yo lo observo, como si ya con eso bastara.
Y en el último, un evento cultural donde yo lo buscaba para presentárselo a mi amiga, como si él fuera una canción que quería compartir.
Desperté con el corazón feliz y roto al mismo tiempo.
Siempre es así.
La calma que siento en esos sueños no existe en el mundo real.
Ni siquiera se le parece.
Allí, soy feliz. Pertenezco.
Aquí, lo extraño.
Y paso noches enteras con la esperanza de que regrese.
A veces pasan meses.
A veces, años.
Pero aún lo espero.
A él.
Al chico que sólo existe cuando cierro los ojos.
Lo más curioso no es él.
Es lo que yo siento cuando sueño con él:
Paz.
Felicidad.
Un “por fin” que no sé cómo explicar.
Pertenencia.
Como si esa fuera la versión de mi vida donde todo tiene sentido.
En los sueños no tengo miedo. No me cuestiono. No pienso si soy suficiente. Solo existo, y él me ve como si ser yo fuera todo lo que importa. Qué ironía que mi versión más libre solo exista dormida.
Y luego despierto.
Y lo extraño.
Como si se hubiera ido alguien real.
Como si mi corazón supiera que existe, en algún lado.
Cada noche antes de dormir, me pregunto si esa será la noche en la que vuelva.
Aunque sea un ratito.
Aunque no recuerde su nombre.
Recuerdo que en el primer sueño nuestras manos encajaban perfectamente. Y no me incomodaba.
Era como una rutina. Como si siempre hubiera sido así.
Como si mi cuerpo ya supiera que él solía tomar mi mano.
Su cercanía no era extraña, era reconfortante. Tranquilizante.
La forma en que me miraba, la manera en que sonreía... era como si, a sus ojos, yo fuera lo único que importaba.
En el parque, íbamos de la mano.
Nos detuvimos a comer helado, y después recosté mi cabeza en su hombro mientras él hablaba sin parar sobre algo que ya no recuerdo.
Jugaba con mis dedos mientras me contaba historias que ahora daría todo por volver a escuchar.
Recuerdo la arena bajo mis pies, su mano entrelazada con la mía mientras caminábamos por la orilla.
Recuerdo huir de él cuando supe que quería arrastrarme al agua.
Aunque fue inútil, claro.
Terminamos empapados, riendo, siendo felices. Como si eso fuera lo único que existía: nosotros.
No recuerdo qué deporte era. No tengo ni idea de qué trataba el partido. Ni siquiera entendía las reglas.
Pero él se veía tan feliz mientras jugaba…
Y eso era suficiente.
Su sonrisa al terminar, el modo en que corría hacia mí como si siempre supiera dónde estaba… eso es lo que recuerdo.
En la azotea, el viento le alborotaba los rizos.
Tarareaba una canción mientras los dos estábamos recostados sobre una manta, mirando el cielo.
Me hablaba de un futuro. Uno que aquí… es incierto.
Uno que aquí no existe.
Y en el último…
Caminaba de la mano con mi amiga. Le contaba, emocionada, lo feliz que me sentía. Lo ilusionada. Lo amada y adorada que estaba siendo en ese momento.
Lo mucho que deseaba que lo conociera. Recorrimos todo el lugar y no lo encontré. "Tal vez me lo imaginé", pensé.
Y justo entonces… apareció frente a mí.
Y dijo esa frase.
Esa maldita frase que no me ha dejado en paz desde entonces:
No necesitas buscarme. Yo siempre te encontraré.
¿Siempre me encontrará?
Espero que en esta vida también lo haga.
¿Y si lo soñé porque en otra vida nos encontramos? ¿Y si es una señal de algo que aún no llega? ¿Y si estoy destinada a amar a alguien que todavía no conozco, pero mi alma sí?
Y si un día —ya despierta— me cruzo con alguien que tenga esos ojos, esa voz, esa forma de verme... no le diré nada.
Solo sonreiré.
Porque sabré que cumplió su promesa: me encontró.
Aunque duela despertar y saber que no es real, cada vez que sueño con él, algo en mí se repara.
Como si en otra realidad, en otro plano, en otro universo, ese amor ya estuviera pasando.
Nunca he conocido a nadie que me haga sentir así, ni un poco.
A veces pienso que tal vez él existe, caminando también con la certeza de que me encontrará.
Como si el universo le hubiera dado mi dirección y estuviera en camino.
Tal vez es solo un sueño recurrente.
Tal vez es una parte de mí que inventé para consolarme.
Pero si lo inventé yo… qué maravilla que mi mente sepa quererme así.
Tal vez no es un chico.
Tal vez es la parte de mí que aún cree en el amor.
Y sueña con él porque no se atreve —todavía— a soñarse amada despierta.
A veces me da miedo no enamorarme nunca. Porque, en el fondo, sé que nadie va a ser él. Sé que no busco un amor cualquiera.
Busco sentirme como en esos sueños: vista, elegida, amada con esa intensidad.
Y entonces, mi mente ingenua... lo sigue buscando.
No a otra persona.
A él.
Solo a él.
Como si supiera que, en algún rincón del universo, él existe.
Lo conocí dormida. Ridículo, ¿cierto?
Pero es ahí donde mi corazón se siente en paz, amado, valorado. Aunque sea por un instante fugaz. Y mientras el mundo real no me lo dé, lo seguiré buscando en mis sueños.
Hay muchas teorías raras y bonitas sobre estos sueños en los que te enamoras de alguien que no conoces.
Algunos dicen que era tu alma gemela, pero murió antes de encontrarte y se despidió en sueños. Bueno... no creo que mi alma gemela sea un gato con siete vidas (aunque explicaría por qué siempre desaparece sin avisar).
Otros juran que es una premonición, que esa persona está por aparecer en tu vida.
También están quienes hablan de conexiones astrales, como si el alma reconociera a alguien antes que el cuerpo.
Y claro, no falta quien dice que son recuerdos de un amor de otra vida.
¿Tú qué opinas: premonición, vidas pasadas, conexión astral o un simple sueño?
¿Alguna vez soñaste con alguien que no conoces pero te hizo sentir como en casa?
Cuéntame, quiero leerte.
Amo cómo has relatado cada sensación que también-en su momento- me atravesaba, cada pensamiento, cada pregunta como: ¿Quién es? ¿Lo conozco?¿Lo volveré a soñar?.
Tal vez sea un sueño premonitorio. En mi caso, solo lo vi en sueños dos veces pero en esos dos únicos sueños me hacía sentir amada....
Además, qué linda manera de describir sus características físicas!, y esa frase... qué lindo!
Me quedo muy grabado lo que escribiste "¿Y si lo soñé porque en otra vida nos encontramos? ¿Y si es una señal de algo que aún no llega? ¿Y si estoy destinada a amar a alguien que todavía no conozco, pero mi alma sí?". Siento muy de cerca tus palabras. Me ha tocado soñar con esa persona que parece estar hecha de sueños y que en cuanto abro los ojos desaparece. No tengo una respuesta a las preguntas, pero quiero creer en las posibilidades. Podría ser un recuerdo de vidas pasadas, un reencuentro incluso. Podría ser una señal, un mensaje del universo de que esa persona vendrá eventualmente. Podría ser la materialización del amor que vive en nosotras. No lo sé. Pero cada una de las posibilidades me parecen hermosas. Tambien entiendo el sentimiento que se genera, la emoción... a mi también me gustaría vivir en esos sueños o permanecer un poco más.