Me salvaste la vida, y yo no pude salvar la tuya.
Gracias por haber existido.
Por cada ronroneo, por cada mirada, por cada día que estuviste conmigo sin pedirme nada a cambio.
Ojalá algún día, cuando vuelva a verte, puedas reconocerme al instante… porque seguiré siendo tu humana, la que siempre te va a estar esperando.
Todo comenzó un abril. Yo estaba rota, perdida, vacía.
Y entonces llegó él. Pequeño, peludo, luminoso. No tenía ánimos ni fuerzas para seguir, había perdido a mi abuelita unos meses antes, y la esperanza de vivir se había ido con ella.
Alguna vez leí que los gatitos llegan a tu vida cuando más los necesitas. Que te acompañan, te sanan y, cuando han cumplido su misión, se van. Se marchan cuando tú estás bien.
Pero dudo mucho haber estado bien cuando él se fue. Dudo estarlo algún día.
Hace un año que partió. Estuve con él en sus últimos momentos, acariciándolo, acompañándolo… como él me había acompañado a mí durante años. Por alguna razón, mi mente insistía en pensar que él seguía ahí, aferrándose a la vida por mí, porque no quería dejarme sola, porque no podía irse sin asegurarse de que yo iba a estar bien.
Así que me acerqué y le susurré:
"Puedes irte… estoy bien. Estaré bien. Puedes descansar."
Al día siguiente, murió.
Me salvó la vida. Llegó cuando más necesitaba compañía y se quedó conmigo cada segundo. Nunca me dejó sola. Fue mi refugio, mi soporte, la fuerza que me mantuvo aquí. Y aún hoy me duele el alma no haber podido hacer más por él. No haberlo salvado.
Lo extraño, sigo extrañándolo. Sigo llorándole. Daría todo por abrazarlo una vez más. Por tomar su patita entre mis manos, besarlo, bailar con él por toda la casa como solíamos hacer. Despertar y verlo dormido entre mis costillas. Sentarme y que él viniera a acompañarme. Que me siguiera a todas partes, como siempre hacía.
Extraño a mi otra mitad.
Recuerdo que hacía mil travesuras, y cada vez que alguien lo regañaba, yo salía a defenderlo como si fuera el más inocente del mundo... y hasta culpaba a los otros gatos por sus líos. En ocasiones cuando me acostaba en el piso, que era mi manera rara y extraña de recargar energías, él siempre se acostaba a mi lado, como si supiera que necesitaba compañía sin decir nada. También tenía la costumbre de esconderse en lugares imposibles, y yo pasaba horas buscándolo, gritando su nombre por toda la casa, haciendo que todos me ayudarán a buscarlo hasta que lo encontraba dormido tranquilamente mientras yo ya estaba llorando por no saber si volvería a verlo, y no podía enojarme con él ni un segundo.
Siempre le hablaba con apodos ridículos y tiernos, y aunque no los entendiera, siempre volteaba como si supiera que era especial. Cómo si supiera que eran para él. Le decía LuisMi porque era mi solecito, mi mamá le decía Gelatinoso, porque decía que cuando lo cargabas parecía que traías un gato de gelatina en las manos. Y mi sobrina le decía Escurrigato, porque para ella era el gato que salía en su caricatura favorita.
Me hacía reír hasta en los peores días. Bastaba una caída tonta, un brinco fallido o una siesta en posición ridícula para que me arrancara una sonrisa. Y vaya que siempre se dormía en posiciones así, a veces se dormía en las sillas con mitad de su cuerpo en el aire, lo peor es que parecía tan cómodo y dormía tranquilamente.
La vida me envió un ángel… pero era prestado. Solo por un tiempo, por un momento. Tuvo que regresar al lugar al que pertenece.
Y aquí me quedé yo, deseando haber tenido más años a su lado.
A veces aún me parece escucharlo. Sus patitas, su maullido. Cierro los ojos y por un segundo juro que va a aparecer por la puerta.
Los demás no siempre entiende que un gato también es familia. Me dicen "era solo un animal", y no saben que ese "animal" fue mi soporte cuando yo ya no quería seguir.
Me dolió decirle que estaba bien, cuando no lo estaba. Le dije que podía irse, que iba a estar bien sin él. No era verdad… pero quería que él pudiera descansar.
No sé si hay cielo para los gatos, pero si lo hay, seguro estás ahí.
Corriendo libre, tomando el sol, ronroneando tranquilo.
Y algún día, cuando el universo lo decida, volveremos a encontrarnos.
Hasta entonces… gracias por todo. Te llevo conmigo. Siempre.
Él no era “solo un gato”. Era mi todo. Mi mejor amigo, mi compañía, mi calma.
Tu historia me ha conmovido hasta las lágrimas. Lo que compartes es mucho más que la despedida de un animal: es el testimonio de un lazo tan puro, tan incondicional, que pocas personas tienen la suerte de experimentar.
Él no fue “solo un gato”. Fue tu compañero, tu refugio, tu alegría en los días más oscuros. Y aunque su partida dejó un vacío imposible de llenar, también dejó un amor que no se apaga.
Es hermoso cómo la vida, de formas misteriosas, nos trae otras almas que necesitan cuidado: los perros que aparecen sin pedir nada, los gatos que llegan heridos a tu puerta, incluso un colibrí o una mariposa que parece venir a recordarte que no estás sola. A veces creo que esas pequeñas visitas son señales, mensajitos que nos manda quien se fue para decir: “Sigo aquí, de otro modo”.
Quizá nunca deje de doler del todo. Pero todo ese dolor es la medida de cuánto significó. De cuánto amaste y cuánto fuiste amada. No todos pueden decir que su vida fue salvada por un ser tan luminoso. Tú sí. Y aunque creas que no pudiste salvarlo, en realidad le diste el regalo más grande: un hogar, una existencia llena de cariño, la certeza de que nunca estuvo solo.
Ojalá algún día, cuando vuelvas a encontrarlo, corra hacia ti sin dudar. Porque siempre serás su humana, la que lo defendía de todo, la que le inventaba apodos, la que bailaba con él por la casa.
Y mientras tanto, sigues honrando su memoria con cada acto de compasión hacia los que llegan a tu puerta. Porque ese amor que sembró en ti sigue floreciendo, incluso en medio de la tristeza.
Gracias por compartir algo tan íntimo y tan real. Te mando un abrazo enorme.
Aquí estamos para recordarte que lo que sentiste no es una exageración, ni un “era solo un animal”: es la forma más pura de amor que uno puede conocer
Que super coincidencia que escribieramos lo mismo 🥹🤍
Wow me parece super lindo todo lo que dijiste y si una mascota no es simplemente un animal y ya, es familia, un ser querido que aunque ya no esté con nosotros seguiré viviendo en nuestros corazones.
Te mando una abrazo ✨💗