No quiero promesas vacías,
ni palabras que se pierdan con los días.
Quiero perderle el miedo a amar,
encontrar unos brazos que se sientan hogar.
No quiero un amor a medias,
quiero uno que no cuente los días.
Amar sin restricciones,
sin miedo a las traiciones.
Quiero convertirme en paz,
ser refugio cuando todo colapsa,
la persona a quien acudas sin pensar,
quien te recuerde por qué vale luchar.
Mis promesas pueden ser eternas,
sí me prometes que no te alejas.
Puedes ser mi para siempre,
el rincón donde mi alma descanse.
No quiero amores fugaces,
quiero de esos que dejan raíces.
Que pasen los años y el amor siga intacto,
que tu única urgencia sea mi tacto.
Quiero que alguien sepa leerme
incluso cuando intente esconderme.
No temerle a la daga,
ni a los silencios que desangran.
Quiero alguien que tema perderme,
que dañar mi alma le parezca imperdonable,
un amor real, no intercambiable.
Temer al amor ha sido mi rutina,
sentirlo, una herida que no termina.
Le he temido a sus promesas rotas,
a sus tormentas, a sus derrotas.
Temo amar y no ser amada,
que mi entrega se disuelva en la nada.
Me aterra que mi corazón deje de latir
entre brazos que sean expertos en fingir.
No quiero un amor de un cuento vacío,
O alguien que duerma mis sentidos
y me deje con el alma en delirio.
No busco un amor pasajero,
ni palabras que se lleve el viento.
Quiero un amor sincero,
unos brazos a los que correr
cuando el mundo sea cruel
y yo ya no sepa cómo sostenerme.