He sido la que se desvive por sentir,
pero no la que inspira a escribir.
Tal vez no nací para ser inspiración,
solo para escribir con el corazón.
Escribo desde hace mucho tiempo, siempre me exprese de esa forma. No soy experta, no tengo medallas por ello, ni libros o poemarios publicados, pero me gusta, me hace sentir, me hace feliz. Y en muchas ocasiones he escrito a base de la inspiración que alguien me brinda.
He escrito para él.
Para ella.
Para quienes pasaron fugazmente y para quienes permanecieron. Siempre hay alguien detrás del poema. Una mirada, una risa, una palabra que se me quedó grabada. Y así, sin darme cuenta, he sido muchas veces la poeta que se parte en versos por los demás, pero nunca he sentido que alguien haya querido escribir sobre mí.
He escrito sobre lo que sus ojos transmitían. Sobre lo que sus sonrisas provocaban, como la melodía de sus risas me paralizada. O la magia en su voz, el poder en su persona. Sobre almas tan hermosas que parecía injusto no nombrarlas.
He dejado pedazos de mí en poemas imperfectos.
He inmortalizado personas que tal vez ya ni me recuerdan.
He guardado amores, heridas y tormentos entre líneas.
Nunca he sido la inspiración de nadie.
Nunca he sido la musa.
Y no es ego ni vanidad —es hambre de ser vista, de ser sentida, de que alguien alguna vez se detenga en mi forma de hablar, de mirar, de existir, y diga: ella es el poema.
No por lo que doy, no por cómo amo, sino por simplemente ser.
Porque una puede amar con todo lo bonito que tiene, y aun así no ser elegida.
Puede llenar páginas con el nombre de alguien, y no ser ni una línea en su historia.
Y eso… eso duele.
A veces pienso que nací para escribir, para dar, para sentir con intensidad, pero no para ser elegida. Y duele. Duele mucho. Porque, aunque escribo con el corazón en cada palabra, una parte de mí sigue esperando que alguien lo lea y diga: yo quiero escribir sobre ella.
Muy en el fondo —donde guardo mis deseos escondidos—, todavía quiero ser musa. Quiero ser inspiración. Porque también merezco ser mirada con amor, con asombro, con admiración. Ser la razón detrás de un suspiro, de una página escrita al borde de la madrugada.
Anhelo ser esa persona que inspira algo tan bello que no pueda quedarse solo en la cabeza.
Que se tenga que escribir.
Que se tenga que sentir.
A veces me pregunto si ser musa es un sueño reservado para quienes observamos.
Para quienes escribimos.
Para quienes siempre esperamos.
Y no me malinterpreten, me encanta escribir, lo amo. Me encanta ser la poeta, amo plasmar sentimientos en versos. Amo hacer poesía con el caos, guardar a las personas en versos que solo yo entiendo.
Pero… ¿es malo querer ser musa alguna vez?
Aún no lo soy, pero espero que estas palabras sean testigo de ese anhelo. Que quede escrito que yo también quise ser el poema de alguien.
Y, siempre esperaré el día en que alguien me mire y diga: ella es mi poema favorito.
Qué privilegio es leerte. Qué bella manera de plasmar un sentimiento tan fuerte y doloroso. Y es que en tus palabras siempre me encuentro a mi mismo. Me hace sentir que no estoy solo.
Es curioso como el amor es algo tan difícil para muchos de nosotros. Tan lejano, tan hostil. Siempre he sentido que el amor es algo que no me pertenece. Nunca he entendido qué me hace falta para que alguien me mire, me valore, me escuche. Quizá algo mejor nos está esperando.
Deseo que te encuentres bien y te llenes de amor. Un abrazo.
Ser el tema o el hacedor, al igualeqe tú soy siempre quién escribe y nunca de quién se escribe, y la verdad jamás me interesó ser el tema de nadie, incluso de quienes me interesan. Pero lo que haz dejado escrito me hace cuestiestionar si es realmente así, por qué no servir de inspiración, por qué no motivar a la creación como muchos otros han motivado a la mía, no como un ánimo, si no con mi simple existencia, que alguien encuentre en mí una razón para escribir o dibujar, que mi presencia le llene d algún sentimiento que no pueda apaciguar de otra forma.